EL ÁRBOL DE NAVIDAD

EL ÁRBOL DE NAVIDAD

Los antiguos germanos celebraban "weinhnachten" (las noches benditas) con ocho días en diciembre en honor del dios-sol Odín. Ellos creían que el mundo y todos los astros estaban sostenidos pendiendo de las ramas de un árbol gigantesco llamado el "divino Idrasil". En cada solsticio de invierno, cuando suponían que se renovaba la vida, le rendían un culto especia adornaban un árbol de encino con antorchas que representaban a las estrellas, la luna y el sol. En torno a este árbol bailaban y cantaban adorando a su dios.

San Bonifacio, evangelizador de Alemania e Inglaterra, derribó el árbol que representaba al dios Odín, y en el mismo lugar plantó un pino, símbolo del amor perenne de Dios y lo adornó con manzanas y velas, dándole un sentido cristiano: las manzanas representaban las tentaciones, el pecado original y los pecados de los hombres; las velas representaban a Cristo, la luz del mundo y la gracia que reciben los hombres que aceptan a Jesús como Salvador. Esta costumbre se difundió por toda Europa en la Edad Media y con las conquistas y migraciones llegó a América.

Poco a poco la tradición fue evolucionando: se cambiaron las manzanas por esferas y las velas por focos símbolo de la alegría y la luz que Jesucristo trajo al mundo. La estrella en la punta del pino representa la fe que debe guiar nuestras vidas, así como una estrella guió a los magos hasta Belén.

El árbol aparece en la Biblia como símbolo de vida en medio del Jardín del Edén y después de la caída desaparece; el árbol de Navidad representa a nuestra naturaleza restaurada y engalanada para recibir a su redentor; también representa ese árbol que nace y que con el tiempo madurará en un gran árbol del cual saldrá la cruz: "Cruz amable y redentora, árbol noble y espléndido, ningún árbol fue tan rico ni en frutos ni en flor".